«El Neoliberalismo representa el capitalismo salvaje. Debemos oponerle el Estado Social»
«Un fantasma recorre el mundo», decía Marx en su célebre Manifiesto Comunista. Hoy, en el universo del Perfecto Idiota, ese fantasma que provoca espanto, odio e histeria, es el Liberalismo. ¡Cuántos apóstrofes y epítetos le llueven!
Con idénticas palabras lo condenan comunistas, socialdemócratas, demócrata cristianos, ecologistas o indigenistas.
Periodistas supuestamente bien informados como el director de Le Monde, tribales coroneles africanos como Khadafi, sofisticados escritores como Carlos Fuentes, guerrilleros, catedráticos, sociológos, economistas, congresistas y sindicalistas de izquierda; obispos de la Teología de la Liberación, jóvenes anarquistas, octogenarios viudos del cepalismo y naturalmente los galeano, Benedettis, Dorfmans y demás evangelistas de nuestro Perfecto Idiota, para no hablar de sus últimas figuras emblemáticas, los «comandantes» Marcos y Chavez. Todos ellos alzan la voz en un coro unánime de diatribas contra esta herejía de los tiempos modernos.
¿Pero que es lo que hasta tal punto los enfurece y escandaliza?
Cosas obvias; en fin de cuentas, verdades de Perogrullo que a primera vista no merecerían ser satanizadas. Por ejemplo que no es el Estado, sino los particulares los que crean riqueza, que el desarrollo de un país se puede lograr mediante el ahorro, el esfuerzo, las inversiones nacionales y extranjeras, la creación de condiciones para el surgimiento de empresas en el marco de una Economía de Mercado, que por el contrario, los monopolios públicos y privados son fuentes de abuso y que el mejor instrumento de regulación y de protección al consumidor, es la libre competencia, que las excesivas regulaciones, los controles de cambios, de importación y exportación, las barreras arancelarias y los subsidios son generadores de indebidos privilegios y corrupción.
Todas estas conclusiones provienen de nuestra propia experiencia continental y no exclusivamente de los textos de Adam Smith puesto que están refrendadas por la realidad de nuestos paises y que tienden a propagarse en vista del fracaso ocasionado por las aventuras populistas o revolucionarias
El paradigma del Estado Social que tanto encandila a nuestro Idiota, tienen su emblema en el Justicialismo de Perón, con su famosa «tercera via», equidistante del «Capitalismo sin alma» y del Comunismo soviético, experimento que llevó a ese país, que en las primeras décadas del siglo pasado tenía un nivel de vida comparable al de Canadá, a involucionar en menos de veinte años, al subdesarrollo del Tercer Mundo.
El peronismo representó ciertamente,la apoteosis del llamado Estado Social, es decir, de aquel que sacrifica el desarrollo a costa de políticas redistributivas, creyendo con ello remediar injusticas y desigualdades sociales. Lo único que consiguió esta aventura, es abrir un descomunal déficit fiscal alli donde había un considerable capital de fondos propios y reservas monetarias acumuladas durante los años de la SegundaGuerra Mundial.
Esta catástrofe fue provocada mediante una política de estímulo al consumo, de nacionalizaciones de florecientes empresas de servicios públicos como los ferrocarriles, de creación -en cambio- de empresas estatales improductivas y sobre todo de adulación al establecimiento sindical argentino, concediéndole cuanto pedía.
Entretanto la esposa de Perón, la célebre Evita, hacía del Estado Social, una entidad de beneficiencia a nombre de la llamada justicia social, regalando casas y millones de paquetes con medicinas, muebles, ropas, juguetes y hasta dentaduras portizas.
Esta pareja actuó como los herederos de una fortuna que despilfarran de la manera más alocada, la herencia recibida.
Este «sueño» que representa al Estado Social, naturalmente terminó con inflación galopante, bancarrota económica, pobreza y corrupción, lo que dio origen a sangrientas dictaduras militares.
Cualquiera que analice honestamente una situación semejante a la descrita aqui, comprenderá que lo «salvaje» no es cambiarla con propuestas de políticas de apertura, sino de mantener este Estado Social de Destrucción.